Este bosque de Indonesia se perdió en la costa mexicana.
Después de más de 600 años de intensa exploración, es posible que el continente americano ya no tenga secretos que compartir con nosotros. Pero en los inmensos bosques de Centroamérica, la huella del Hombre es apenas perceptible, si no inexistente. Perdido en el corazón de Yucatán, en el norte de México, un pequeño oasis de vegetación intriga a los científicos. Compuesto por manglares, este bosque atravesado por un río en realidad no tiene nada que ver allí, lo que parece un paisaje costero ha dado la vuelta, según la historia, a 200 kilómetros del mar.
“Un mundo perdido”. Así habla Octavio Aburto, ecologista marino de la Universidad de San Diego, sobre esta región de Yucatán. Este científico forma parte de un equipo internacional que ha realizado un gran estudio genético en este pequeño bosque. El objetivo es comprender cómo se encuentran allí estos manglares y cómo han ido evolucionando a lo largo de los siglos, mientras el mar abandonaba el lugar hace milenios. A orillas del río San Pedro Mártir, a 150 kilómetros de la costa, este bosque estuvo en contacto, hace muchísimo tiempo, con el agua salada de los océanos.
Una reliquia del pasado
Según equipos de investigadores que han estudiado el tema, este bosque es una reliquia de una época muy antigua. Durante el último período interglacial, la Tierra derritió todos los casquetes polares. Entonces, el nivel del mar había subido varios metros. Por lo tanto, el agua llegó fácilmente a Yucatán, y este bosque de manglar terminó a la orilla del agua. Estas marismas, que crecen a lo largo de la orilla del agua, se encuentran fácilmente en el sudeste asiático a unos pocos miles de kilómetros de distancia, pero en México son mucho más raras, el país tiene una veintena.
Según los investigadores, es el agua dulce del río lo que ha permitido que este bosque aguante en el tiempo. Rica en carbonato de calcio, esta agua salvó al bosque de la extinción proporcionándole los nutrientes necesarios. Si este fenómeno es “muy raro” según Aburto, hoy es el rastro más probable para explicar la presencia de este bosque en el corazón de la selva mexicana.