Ciencia

No nacemos con resistencia al frio, lo conseguimos

No todo el mundo reacciona igual a altas o bajas temperaturas. Según la Universidad de Copenhague, que acaba de realizar un pequeño estudio sobre el tema, se trata del hábito.

En la misma habitación, algunos pueden morir de frío, mientras que otros pueden sentirse sofocados por el calor. Si este diagrama es un poco exagerado, resume las conclusiones del estudio realizado por investigadores de la Universidad de Copenhague en Dinamarca sobre las diferentes aclimataciones posibles del cuerpo según las temperaturas.

Los científicos en particular han estudiado de cerca a los seguidores de los baños de hielo, una práctica casi tradicional en Escandinavia donde parte de la población pasa su tiempo en saunas hirviendo, mientras que el resto de la población, los menos cautelosos, corta el hielo por s » oferta tonificante baños en agua apenas por encima de cero grados. Pero en los países del norte de Europa hay un tercer grupo, más en minoría y que puede parecer completamente loco visto desde fuera.

Estas personas son fanáticas de las saunas y de los baños de hielo, por lo que su gran diversión cuando llega el invierno es mezclar los dos. Cuando salen de una sauna, a veces mientras corren, saltan al agua helada bajo la nieve. Una idea que parece una locura, y nos decimos con bastante lógica que el cuerpo debe soportar muy mal estos cambios extremos de temperatura.

Una simple adaptación en el tiempo

Los investigadores esperaban que la «grasa parda», un tipo de grasa muy presente en el Extremo Norte especialmente en el mundo animal, esté más presente en los seguidores de estas prácticas que en un grupo de control. Pero aunque los niveles de grasa parda parecían similares, los científicos notaron que los bañistas de hielo tenían una mejor termorregulación que el grupo de control. Su cuerpo estaba acostumbrado a esta temperatura y por eso supo reaccionar en consecuencia para que no les molestara, o al menos lo menos posible.

En el mundo animal, los osos, así como muchas especies del Extremo Norte, tienen grandes cantidades de grasa parda. A diferencia de la «grasa blanca» que se encuentra en los humanos, está mucho más sellada contra las temperaturas, ya sean frías o calientes.

Sin embargo, este estudio, realizado en dos grupos de ocho sujetos, no puede sacar conclusiones científicas muy claras por el momento. Por lo tanto, el estudio parece mostrar que las personas que se adhieren al frío simplemente se exponen a él con más frecuencia, lo que las hace más resistentes con el tiempo. Ningún matiz genético podría explicar el desarrollo de esta capacidad en los sujetos de estudio.

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